Como la guitarra me cambió la vida para siempre

Esto que te voy a contar hoy es algo que no he contado nunca antes y lo mismo te sirve o igual no, pero ahí lo dejo.

Te cuento:

De pequeño me apunté a guitarra.

Di clases durante muchos años, por lo menos 6 o 7.

Todas las semanas.

Primero en el colegio y después fuera.

Quería aprender a tocar un instrumento, creo que es algo que todos los niños deberían aprender, lo mismo que el inglés.

Te aporta algo distinto y, además, no se te olvida.

No es como los logaritmos neperianos o las guerras púnicas.

El que aprende a tocar un instrumento no lo olvida nunca.

Y mola mucho cuando eres mayor y de golpe llegas a algún sitio, encuentras un piano y te pones a tocarlo, así, como el que no quiere la cosa.

La gente flipa.

Pues yo me imaginaba eso, pero con la guitarra.

Para eso di clases durante tanto tiempo.

Pero no.

Pasaron los años y no aprendí nada.

Nada de nada..

Me cambié de profesor varias veces y nada.

Y es que el problema no era ése, el problema era yo.

No tenía un talento natural para tocarla, es verdad, pero tampoco le dediqué el tiempo suficiente.

Iba a clases, pero luego en casa no la cogía nunca.

Me fallaba la parte más importante: practicar.

Aprender a tocarla exigía una disciplina que no me motivaba lo suficiente, y como no era “obligatorio”, pues no lo hacía.

Por eso no conseguí resultados.

Y estuve años así, creyendo que lo estaba intentando, no es que probara un verano y ya está.

Pues con el gimnasio pasa lo mismo.

Puedes tirarte años entrenando sin que se note.

Puedes contratar un entrenador distinto cada mes.

Puedes querer cambiar, “intentarlo”, “tener la intención”, pero si luego no tienes la disciplina suficiente como para hacer lo necesario para provocar ese cambio, ¿sabes que pasará?

Nada.

Bueno sí, que perderás tu tiempo, tu dinero y luego te frustrarás, sobre todo si en tu cabeza piensas que lo estás intentando.

El reels de hoy en mi Instagram va de esto, por cierto.

Feliz día.