La mejor lección de mi última competición
Por Jesús Gallego
En 2017 me preparé por última vez para competir en culturismo.
Mi época dorada de culturista friki había pasado ya, pero aquel verano me dio por ahí.
No me motivaba como antes ni de coña, pero como todavía llevaba bastantes competidores, entre ellos a la que hoy es mi pareja, me animé.
¿La experiencia?
Un primero y un quinto puesto, aunque el resultado era lo de menos.
No estaba contento.
¿El motivo?
Aquel verano estaba bien, pero antes había estado mejor. Después también, aunque esto último no lo sabía, lo primero sí, por eso no estaba contento.
Tampoco sabía que aquella sería mi última experiencia compitiendo… aunque la vida sea larga y nunca se pueda decir de esta agua no beberé ni este cura no es mi padre.
Pero vamos, eso tampoco es importante para lo que quería contarte hoy.
Verás…
Para motivarme, aquel verano contraté a un preparador americano de renombre, Neil Hill.
Le pague 3.000 por 3 meses.
Era caro, así que ya tenía un buen motivo para hacerle caso.
Incluía dieta, entrenamiento, suplementación… Lo típico.
Había tenido decenas de malas experiencias con preparadores antes, sobre todo extranjeros, pero total, uno más… vamos a probar.
Según le contraté, me llamó, cosa que no me podía creer.
Se interesó por mí y a los pocos días me entregó el programa.
Era un copia-pega de manual, pero daba igual, se había interesado por mí y eso pesaba más que cualquier otra cosa.
Empecé con mucha ilusión, preparando mis tuper con todo al milímetro…
Pero había una cosa que no me convencía nada, algo que solo hice aquella vez y que no recomiendo nunca.
¿Quiere saber qué es?
Te lo cuento aquí.
Feliz tarde.
Jesús Gallego.
👇 Aquí es donde escribes tu email y te suscribes a mi lista*