Lo que me cambió la vida en agosto de 2001

Por Jesús Gallego

Esta historia autobiográfica te va a gustar, sobre todo si te gusta El Juego del Calamar.

Agosto de 2001.

Lo mismo ni habías nacido, o igual tú sí, pero tu hijo no.

Las torres gemelas no se habían caído todavía, pero estaban a punto.

Yo tenía 17 años y estaba muy flaco.

Había pasado de gordi-flaco a flaco a secas en un año.

El primero, en el que supuestamente mejoras más que nunca, un fraude.

Y eso que iba al gimnasio todos los días, sábados y domingos también.

Hacía hora y media de pesas y después cardio.

Como quería ganar masa muscular, pero también tener los abdominales marcados, metía ese cardio extra al final.

Eso no me lo decía el monitor, pero lo añadía yo, para acelerar el proceso y eso.

Cuando llevaba 5 o 6 meses, la gente me preguntaba si estaba enfermo.

Normal.

Tenía ojeras, estaba apático y la verdad que parecía un niño enfermo, que a esa edad no tenía ni barba todavía.

Cuando alguien me decía eso, obviamente me lo tomaba mal y me aislé.

Estaba triste.

El año de COU, el bachillerato de antes, fue un año gris, lo recuerdo así.

Yo cada vez más flaco, más solo, más triste, con aspecto de enfermo y yendo todos los días al gimnasio, eso sí.

Haciendo dietas de Internet y entrenamientos que veía en las revistas.

No quería ser culturista, pero leía lo que ellos hacían y pensaba “vale, si estos están así comiendo claras y avena, yo voy a hacer lo mismo, pero menos, que tanto no me gusta”.

Y no recuerdo muy bien por qué, pero sí que recuerdo que fue en Agosto.

(Aquí se acaba el drama y viene lo bueno, lo que te va a gustar, sobre todo si te gusta el juego del calamar).

Llevaba meses hablando por un foro (de aquella Marc Zuckerberg todavía jugaba al Pang con un Pentium) con un tío que parecía que sabía y me decidí a contratarle.

Me costaba 4.000 pesetas al mes que no tenía, por eso se lo tuve que pedir prestado a mi madre, pero sin preguntar.

Aquel tío del chat, que años más tarde sería mi jefe, era un gran vendedor, de los mejores que he visto en mi vida, pero como entrenador era bastante paquete.

Parecía que sabía, eso sí, pero la realidad es que de entrenamiento y dieta no mucho. 

Aun así, si él sabía poco, menos sabía yo, por eso le hice caso y aquel agosto de 2001 todo empezó a cambiar.

Contratarle entonces y hacerle caso fue la mejor decisión que tomé en mi vida, después de comprarme un chihuahua con 30 años para perder el miedo a los perros y de pedirle matrimonio a mi pareja actual (en plan romántico, con un buen anillo, bien peinado, elegante, ya sabes, de estas veces que dices “hoy es el día”).

No te voy a contar ahora que me puse fuerte rápidamente porque no fue así, tardé muchos años. Lo que sí que me dió mi primer entrenador al que conocí en un chat y al que pagué religiosamente 4.000 pesetas al mes durante años, fue una base y, sobre todo, me ayudó a dejar de hacer las cosas que no solo no me permitían mejorar nada, sino que me hacían ir para atrás.

Es más importante dejar de hacer eso, que hacer cosas que no valgan. 

Siempre le estaré agradecido por eso.

FIN.

Colorín, colorado..

Moraleja: si vas al gimnasio, te lo curras y no mejoras, contrata un entrenador. 

Si quieres que sea yo, vas tarde, pero por si acaso, puedes apuntarte aquí:

LISTA PRIORITARIA PARA EMPEZAR CON LAS ASESORÍAS

PD: lo del Juego del Calamar y su relación con esta historia, te lo dejo a ti.

PD: si dudas, no te apuntes. Aquí hay que venir convencido de casa.

👇 Aquí es donde escribes tu email y te suscribes a mi lista*